Un término consagrado en las protestas ocasionadas por la vacancia del expresidente Martín Vizcarra. Se denominan así los jóvenes que salieron a las calles a causa de la “indignación” y el “hartazgo” por la crisis política.
En las últimas manifestaciones, vimos jóvenes que lucharon por sus ideales, por la democracia y exigiendo que se dejen atrás los apetitos personales. “Se metieron con la generación equivocada” se leía en carteles.
Y, sin querer ser aguafiestas, les traigo a continuación la pregunta, en base a esta experiencia ¿Qué significa ser la generación del bicentenario?
Sin desmerecer el movimiento generado, exigimos democracia, pero ¿la practicamos? Me refiero a algo de lo que ya he hablado en otros artículos, como Por qué ingresar a un partido político. El hacer política.
Resulta que no basta con marchar una vez o, incluso, cada vez que algo no nos gusta, cuando se comete una injusticia o hay una vulneración a los derechos. Marchar es un derecho, pero ¿es la forma más eficiente de generar cambios? No lo creo, y la pérdida de dos vidas inocentes en las marchas pasadas me parece prueba suficiente.
Una marcha, por muy pacífica, legal y legítima que sea es una forma de lucha aún fuera del sistema de toma de decisiones. ¿A qué me refiero con eso? Pues, que aún es un mecanismo en el que exigimos que OTROS hagan las cosas por nosotros. Legítimo, pero ¿podríamos ser nosotros quienes tomemos las decisiones, no?
Me pregunto ¿Cuáles serán los jóvenes de la generación del bicentenario que se coman el pleito? ¿Cuál pleito? El de hacer política, de estar dispuestos a vivir la insatisfacción permanente para actuar día a día y no solo cuando haya excesos.
No les mentiré, hacer política “desde adentro” es desgastante, toma tiempo, te acerca a personajes que, muchas veces, te hacen cuadritos la vida, pero, tenemos que tener claro que vale totalmente la pena. Si no vale la pena para nosotros involucrarnos a ese nivel, entonces no merecemos ser llamados la generación del bicentenario.
He pasado los últimos 5 años diciéndole a la gente de nuestra generación que involucrarse en política es importante, que vale la pena, que no es aburrido en absoluto, que es interesante y, sobre todo, que es necesario. Hasta este momento, nunca vi un efecto tan grande. ¿Tenía que venir una crisis que dejó 2 víctimas mortales para darnos cuenta?
Aquí te dejo unos datos.
Según IEP en el 2016, al 41% de los peruanos la política no les interesaba nada en absoluto y al 37% les interesaba poco. Solo 6% afirmó que asistía una vez a la semana o algunas veces al año a reuniones de partidos políticos, cifra sustancialmente menor al porcentaje sudamericano (15%). Y solo 19% de peruanos señaló que sí simpatiza con algún partido. En Sudamérica este porcentaje asciende a 34%.
Hoy, no importa cuáles hayan sido los detonantes en este interés masivo por salvar nuestra democracia. Si fue que los influencers se involucraron y animaron a sus audiencias, si entre amigos se pasaron la voz o si fue un ánimo espontáneo y paralelo. Lo cierto es que ya estamos aquí y la pregunta es ¿quiénes permanecerán?
Si algo me causaría mayor indignación que cualquier político mediocre, es que quienes marcharon, al pasar la efervescencia del momento, vuelvan al discurso del apolítico. Que los influencers que se sumaron a la causa vuelvan a decir “yo no quiero tocar temas de política en mis redes porque me trae problemas”.
No nos merecemos eso como sociedad y no sería una actitud coherente con nuestro discurso. Por eso, si llegaste a leer hasta aquí, te pregunto ¿De qué lado quieres estar, de los que exigen o los que hacen? ¿Realmente estás dispuesto a ser parte de la generación del bicentenario?
Si es así, bienvenido. En este blog encontrarás todos los consejos, anécdotas y reflexiones que te ayudarán a sumergirte en el mundo de la política.
¿Se imaginan qué sería del Perú si todas las personas que marcharon se suman a la política? Creo que no habría espacio para los mediocres ni los corruptos.
