ELECCIONES: CUANDO SE PIERDE Y CUANDO SE FRACASA

Como en muchos otros juegos, en la política a veces se gana y a veces se pierde. Cuando no se gana, nos preguntamos ¿soy un perdedor?, ¿he fracasado?

Tal vez, en el sentido más literal de la palabra, seas un perdedor… por haber perdido la elección. Es parte de. Lo que no significa que hayas fracasado. Fracasar tiene poco o nada que ver con el resultado de la elección. Te contaré una experiencia personal.

En las últimas elecciones municipales, participé en una lista interna, como precandidata a regidora por mi distrito. La lista a la que pertenecí perdió la interna, pero, curiosamente, lo que quiero contarte es la cantidad de fracasos (y fracasados) que descubrí después de esa pérdida.

En ese entonces, había mucha gente, joven y no tan joven, que probablemente jamás había escuchado la palabra política, pero, por cuestiones diversas resultaron en las listas ganadoras de sus distritos. Al igual que muchos otros, cuya mayor motivación para postular no era exactamente aportar.

Pensé que no debí postular, no por haber perdido, sino por razones que ya les contaré junto a otro mensaje. Pero, al perder después de una intensa actividad partidaria, no solo en campaña, vi la verdadera diferencia entre perder y fracasar. Dividiré el fracaso (y a los fracasados) en grupos.

Pero antes, te digo: Saber perder, te hace un mejor ganador.

Los adversarios que ganaron pero fracasaron

Esto es gracioso. Lo que pasó inmediatamente después de perder fue una ola de ataques. La lista ganadora (un par de personas, mejor dicho), la que sería oficialmente candidata, paso UN MES, literalmente, atacando al precandidato que perdió en un grupo de whatsapp de 200 personas. Por supuesto, jamás respondí.

Fue un mes en el que no vi una sola publicación a favor del candidato ganador. Todo consistía en deslegitimar las acciones del precandidato perdedor, que ya ni participaba en el partido. Equivocado o no, ya no era importante, las internas habían terminado.

Esa situación solo acabó con la amenaza de una carta notarial a cierto “ganador” por parte de una persona que no tenía nada que ver con la elección interna de mi distrito, pero que criticó esa manía de atacar todos los días durante un mes. La discusión se salió de control y terminó en una difamación por parte de un entonces integrante de la lista ganadora. Triste.

Ser un mal perdedor, un picón, es terrible. Pero ser un mal ganador, es miserable.

Ganadores de chiripa, opositores empedernidos

Un distrito que ni siquiera era el mío, una persona que no había hecho política en su vida, pero había llegado para integrar una lista a la que le hacía falta la cuota de género, en ese entonces.

No entendí el odio nunca, pues habremos cruzado palabras 2 o 3 veces en 2 años, pero empezó a decir que le tenía envidia porque había perdido y ella había ganado.

Y aquí viene el tema del título. Esta persona pensó, ingenuamente, que perder era fracasar. ¿Acaso ganar elecciones es lo único que importa? Por supuesto, es un factor esencial. Es un objetivo ideal.

Nadie postula porque quiere perder. Pero, si uno decide postular, tiene que estar abierto a la posibilidad de perder, de lo contrario, no entiende de qué se trata la política y la reduce a simples elecciones.

Pero ahí lo tienen, personas en espacios de toma de decisiones que aún creen que quien perdió ha fracasado. Eso también es fracasar, sin importar el resultado en las urnas.

El mal perdedor

Es muy conocido este tipo de fracaso. Quien perdió y no puede superar los resultados de la elección. Lo hemos vivido en carne propia todos los peruanos. Sin embargo, dentro de los tipos de fracaso, diría que es el que contiene mayor sentido.

Somos humanos, no nos gusta perder y cada uno asimila la derrota de diferente manera. Algunos más lento, otros más rápido, perder siempre dolerá, pero tu decides si perder te hará fracasar.

El que critica pero no postula

Muy común, pero pasa desapercibido. Quien para criticando a los candidatos, quien critica a las autoridades de su propio partido todo el tiempo, pero no tiene el valor de postular y demostrar que puede hacerlo mejor.

Esa persona que jamás llega a postular pero es la primera que comenta lo que se debería hacer (a grandes rasgos), lo que está mal y, sobre todo, quién está mal. Quien jamás lo intenta, fracasó desde siempre.

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