¡NO CONFÍES EN LA RACIONALIDAD DE TU ELECTOR!

Recuerdo que, a finales de la campaña del 2016, cuando trabajé en el equipo de Barnechea, mucha gente me escribía diciendo es la mejor opción, pero ya no pierdas tu voto, porque no va a ganar. Vota por PPK.

Cuando investigues a tu audiencia para implementar una estrategia de campaña, no puedes organizar tus preguntas buscando respuestas que apelen a la racionalidad. De nada sirve que te digan que eres la mejor opción si no has logrado tener el compromiso de tu audiencia pase lo que pase.

Si en su tiempo, el equipo de Barnechea hubiese encuestado a personas preguntando solo quién es la mejor opción para analizar cómo andaba la campaña, hubieran asumido erróneamente que iban a ganar las elecciones.

Por lo tanto, no te conformes si escuchas estas respuestas en tus sondeos de opinión. Que te consideren mejor no es sinónimo de voto seguro, solo es un dato más y lo que corresponde analizar son los factores que hacen que te consideren el o la mejor y por qué. A partir de eso, puedes generar estrategias sostenibles para convertir ese gusto en preferencia, compromiso y acción.

Por otra parte, apelar a la racionalidad significa que trabajamos bajo la premisa de que el elector sería consciente de sus propios principios y valores, para poder generar una preferencia y posterior compromiso, coherente con su identidad. Pero, qué porcentaje del electorado se hace una introspección ideológica como punto de partida para decidir su voto.

También significa que trabajamos bajo la premisa de que el elector identificaría los principales problemas y necesidades de la comunidad, lo que implica un mínimo de interés político, pero, siendo realistas, qué porcentaje del electorado tiene interés en investigar los problemas de la ciudad o el país.

Significa que trabajamos bajo la premisa de que el elector buscaría información sobre la historia política, ideología y propuestas de los partidos políticos y sus candidatos para poder compararlos con sus ideas y decidir su voto. Estos tres aspectos que asumimos que el elector haría, nos lleva a identificar quiénes votarían bajo criterios racionales. No hace falta una gran investigación para saber que no es el grueso del electorado.

En cambio, el voto racional tiene una amplia competencia ante los diversos tipos de votos que se centran en todo menos la razón y vemos una y otra vez en cada elección: votamos por miedo (Alan 2006), por el más guapo (Alan García 1985), por el farandulero o deportista (Susi Díaz o Leyla Chihuán ), por quien nos regaló canastas o tápers (Keiko), por el más simpático o gracioso (Kenji), por el que ya conocemos (Castañeda), por el que va a ganar (PPK 2016), por el que nos cae bien porque no tiene filtro (Urresti u Olivera 2016), por el que nos dice lo que queremos escuchar así tenga propuestas inviables o simplemente no las tenga, etc.

Por todo esto, cuando prepares una investigación, por más simple que sea, para estudiar a tu público, no busques respuestas racionales solamente, porque iniciarás una estrategia con información incompleta del comportamiento del elector. Si cuentas con recursos muy limitados, te recomendaría centrarte en conocer qué le duele a tu público antes que en qué opinan de ti. 

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