¡Hola! Quiero compartir con ustedes una experiencia ocurrida hace 5 o 6 años. El partido en que milito me llamó la atención desde hace mucho tiempo, así que decidí inscribirme y poner mis energías en este propósito.
Como había ingresado sin conocer a nadie, tomé la decisión de preguntar sobre las personas que militaban en mi distrito. Me comuniqué con muchos militantes, entre ellos dirigentes eternos. Lo que no sabía era el gran conflicto interno que había entre ellos.
En mi primera semana me reuní con tres de ellos, todos tenían algo en contra del otro. Uno me decía que fulano no era su amigo y que si lo saludaba era por cortesía; el otro contaba que no se llevaba con zutano porque le hizo un desplante en un evento y la conversación, la cual tenía que ser un intercambio fraterno se convirtió en un espacio de llantos y quejas.
Quizás lo que me llamó la atención fue la conversación con uno de estos dirigentes eternos. Recuerdo, perfectamente, que una parte de la conversación me dijo con una frialdad de espanto lo siguiente.
Espero que aprendas lo bueno de este partido y te sepas juntar con las personas adecuadas, porque si te juntas con esa persona, te convertirás en mi enemigo.
Póngale el tono que gusten, pero para mí fue una amenaza del tipo delincuencial.
Yo recuerdo que le respondí señalando que estábamos en un partido democrático y que sus declaraciones no son más que desafortunadas a lo que me dijo: uno siempre tiene que cuidar sus intereses .
Luego de eso, me di cuenta que hay muchas personas tóxicas dentro de la política, algunas que se creen poderosas, pero lo son solo en sus mentes primitivas.
Han pasado varios años y mucha gente del partido lo considera un ente tóxico. ¿Qué lección aprendí? A no dejarse intimidar por personas que no suman y seguir adelante.
Anónimo.
