Este año, me invitaron a un evento del partido a hablar. No era un evento grande. Estaba organizado por los militantes de un distrito de Lima. Yo había acudido a algunos eventos ahí y conocía a varias personas de la base. Cuando me llamaron para hacerme la invitación, me sorprendió, digo, yo no tengo cargos, pero acepté ¿por qué no?
Llegó el día del evento. Como sé que tratar de activar una base y que tus actividades tengan convocatoria es desgastante y duro, invité a algunos amigos de la universidad para apoyar con el aforo. Cuando llegué, me enteré de que habían invitado a otra chica del partido, pero ella había desistido de la invitación. Fui la única invitada de la noche. Se estarán preguntando por qué les cuento esto.
La reunión fue preciosa, pequeña pero acogedora. La persona que organizó el evento preparó carapulcra para todos los asistentes. Me comí dos platos, para variar. Entre risas y fotos, llegó el momento de la despedida. Estaba caminando hacia el carro cuando, de pronto, escucho un grito a mis espaldas.
Era una señora del distrito (llamémosla Panchita), junto a otras personas, y venía corriendo detrás de mí. Me acerqué y le pregunté qué ocurría. Oye, no ha venido tanta gente porque Fulanita (la chica que rechazó la invitación) ha dicho que tú hablaste mal de ella y, por eso, no iba a asistir. Llamó a la gente para que no venga.
Me partió el corazón, y no porque me sintiera mal de no caerle bien a alguien, sino porque Panchita corrió a tratar de darme explicaciones, que no eran necesarias porque su evento había salido precioso. Más allá de si alguien le mintió a Fulanita o se inventó una excusa para no ir ¿cómo podría tratar de arruinar el evento de una señora que no le ha hecho nada?
Lo gracioso es que el día que conocí a Fulanita, hacía varios meses en ese mismo local, dicho sea de paso, me pareció tan simpática que le dije a mi enamorado oye, buena punta esa chica ¿no?. (Aparentemente, me equivoqué).
Tal vez ahora entiendas más a qué me refiero en el título. No sirve de nada ser joven si replicas las mismas acciones de los políticos de los que te quejas. No eres renovación por decir que lo eres ni por tener un DNI que marque una edad menor a 29 años.
Hace unos días también participé de un evento con otros jóvenes del partido. Hablábamos de los problemas que tiene que superar la juventud. Aquí, mi amiga, también invitada, dijo claro «inmadurez». Mientras tanto, un perfil falso en zoom (menos mal «nadie sabe quién es») mandaba indirectas bastante directas en el chat. No esperaba menos.
En mis 4 años y medio militando en un partido, he podido ver tanto jóvenes como adultos que le viven a la envidia, las mentiras, el recelo, la mezquindad y un sinfín de adjetivos con el que no comprendo cómo pueden convivir sin asfixiarse en sus propios pensamientos. Y he conocido señores con una voluntad infinita de ayudar, trabajar y apoyar al resto. Eso es renovación, no tu edad.
Renovación significa cambio. Renovación en la política significa que ingrese gente que es, precisamente, eso: gente. Sé que parece evidente, pero en la práctica, estamos tan acostumbrados a generalizar. De la misma forma en que decimos que todos los políticos son una porquería, decimos que la renovación son los jóvenes y, claro, no es excluyente, es incluso complementario, pero, bajo ninguna circunstancia, tenemos que asumirlo como un sinónimo. Tampoco hay que ser más papistas que el Papa, todos cometemos errores, el problema es cuando ya existen actitudes de este tipo sistematizadas. La calidad humana no es exclusiva de edades.