En este blog, hay dos tipos de contenido: la comunicación y lo que yo llamo la política detrás de la TV, es decir, el quehacer político cotidiano.
Sobre lo último, hay artículos como Paranoia estratega, Lo siento, no todos te van a querer, Actitud política vs. Actitud hipócrita, Juventud pero con renovación, etc. Temas que comparto desde el fondo de mi corazón para que, quien me lea, pueda anticiparse a situaciones que yo tuve que aprender a la mala.
Entonces, me pregunté, qué tienen en común todos estos temas que tengo necesidad de contarles en estas reflexiones. Y llegué a la conclusión, nada difícil por cierto, de que nos enfrentamos a un ambiente donde, me atrevo a decir que, la GRAN mayoría de personas no están sanas mentalmente y pueden afectar la salud de otros.
En el Perú, la salud mental es un tema pendiente y en la política, creo que aún más. Vemos que existen psicólogos especializados en deportistas, pero ¿existe una especialidad para políticos?
No, y no es una preocupación siquiera para quienes la ejercemos. Tampoco es un tema que se toque en los partidos ni en la política, en general.
Siempre decimos en política hay que tener piel de chancho porque vas a recibir ataques de todo tipo, merecidos o no. Entonces ¿cuidar la salud mental de las personas en este entorno no es necesario?
Buscando, encontré un documento que hablaba de los trastornos de la personalidad o psicopáticos más comunes en la política. Al leerlo, me vinieron a la mente TODAS las reflexiones y anécdotas que he compartido en este blog.
¡Quién diría que todos mis artículos empíricos tenían una explicación desde la ciencia!
Encontré lo que se llama el Síndrome o Mal de Hubris. Un término que nace del teatro de la Grecia antigua. Hacía referencia a la gente que robaba escena. Este término empezó a usarse como trastorno de la personalidad al observarse ciertas características en personas que tienen un cargo.
Para la antigua Grecia, se trataba de un ego desmedido, una sensación de poseer dones especiales que lo hacen a uno capaz de enfrentarse hasta a los mismos dioses.
Por lo pronto, este síndrome fue clasificado, por Andrés Flores Colombino en tres fases.
Fase 1
El político o dirigente, internamente, duda sobre sus capacidades. Pero, gracias al cargo que poseen, pronto encuentran un grupo de incondicionales que lo halagan y reconocen (en mis palabras, los mermeleros de la política).
El político o dirigente, poco a poco, se transforma y empieza a pensar que está ahí por mérito propio. Todo el mundo quiere saludarlo, hablar con él, recibe halagos de todo tipo.
Fase 2
El político o dirigente entra en la «ideación megalomaníaca«. Sus síntomas son el exceso de confianza y el creerse insustituible. Entonces, comienzan a realizar estrategias obsesivas, acciones desmedidas o a dar conferencias sobre temas que desconocen.
Tras un tiempo en el poder, el político afectado padece lo que psicológicamente se llama «desarrollo paranoide«: Todo el que se opone a él o a sus ideas, es un enemigo personal. Puede llegar incluso a la «paranoia o trastorno delirante» que consiste en sospechar de todo aquel que le haga una mínima crítica.
Escribo y me vienen nombres a la cabeza ¿A ti?
Fase 3
El político o dirigente deja de escuchar, se vuelve imprudente, toma decisiones por su cuenta, sin consultar porque cree que sus ideas son correctas. Aunque sus acciones sean erróneas y sus ideas tengan efectos negativos, nunca reconocerá la equivocación.
Final
Todo esto acaba junto al término del cargo de poder. Es decir, finaliza cuando el político cesa en sus funciones o pierde las elecciones. Es entonces, cuando viene el baldazo de agua y se desarrolla un cuadro depresivo.
¿Cómo identificarlos?
- Quien tiene un modo mesiánico de comentar los asuntos corrientes y una tendencia a la exaltación.
- Quien tiene un enfoque personal exagerado (yo) que tiende a la omnipotencia.
- Quien se rodea de funcionarios mediocres.
- Quien emplea su tiempo tratando de desactivar al rival por cualquier método.
- Quien termina cayendo en la trampa de su propia política.
- Quien, a pérdida del mando o de la popularidad, cae en la desolación, la rabia y el rencor.
- Quien presenta irritabilidad cuando consideran que otros destacan más.
Les dejo el siguiente archivo con más información sobre problemas de salud mental en la política.